Las cifras oficiales hablan de 53 muertos y unas 1.300 personas desaparecidas.
Luego de Dorian, en Bahamas todavía quedan 1300 personas desaparecidas Foto: CABALLERO-REYNOLDS / AFP)
A lo largo de ese día de 56 horas ocurrieron cosas trágicas –muertos, desaparecidos, amputados– y otras extraordinarias: viviendas demolidas en un soplo, barcos voladores e, incluso, cuentan que había tiburones nadando por las calles de algunas localidades.
A Hank Albury, de 60 años, vecino de siempre de Treasure Cay, en la isla Gran Abaco del archipiélago de las Bahamas, el huracán Dorian le dejó una duda existencial. ¿Volver a empezar? Esta cuestión aún no la respondió, mientras observa a "OK" , el nombre de su embarcación de pesca, una de las tantas a las que el viento le puso alas, volcada boca abajo en tierra firme.
“Ya veremos –señala–, sólo pasaron dos semanas. La primera fue muy mala. Cada mañana me levantaba pensado que había sufrido una pesadilla. Pero abría los ojos y veía que no, que no era una pesadilla, que es real”.
No sólo su vehículo de trabajo parece en estado de siniestro total, sino que además, ha perdido las 4.000 trampas para langostas, su especialidad. Por si fuera poco, la experiencia de cuatro decenios de oficio le indica que los estragos del temporal arrasaron masivamente el hábitat de las crías de ese crustáceo y, por tanto. se ha extinguido por una buena temporada la esencia de su labor.
Albury experimenta también una cierta sensación de culpa. Arrastra un pesar en su mirada porque sólo su vivienda y otra más continúan siendo habitables en el vecindario. El resto, donde residían sus familiares y amigos de toda la vida, es una ruina. “Somos afortunados porque tenemos casa. Sólo hubo daños en la parte de atrás, perdimos parte del techo, pero aquí seguimos”, se reconforta.
“El Dorian ha sido algo fuera de lo común”, remarca. Que las ráfagas superaran los 230 kilómetros ya es un récord. Todavía peor, sin embargo, es que se lo tomó con calma. “Un huracán muy lento, por más de dos jornadas se instaló y no se movió”, especifica. Hasta las playas perdieron el color turquesa.
Luego de Dorian, en Bahamas todavía quedan 1300 personas desaparecidas . Foto: Meridith Kohut/ The New York Times
Según Romauld Ferreira, ministro de Medio Ambiente y Vivienda del gobierno de Bahamas, “sabemos que afrontamos una crisis climática nacional y que el país esta en situación de emergencia”. Y reitera el compromiso de remediar los efectos y “desarrollar resiliencia para eventos futuros” con la construcción de refugios en sitios accesibles.
Los dos mundos de Bahamas
El avión aterriza en Nassau. Un lugareño, ataviado con el vestido tradicional, ejerce de señal para indicar el camino hacia la tramitación fronteriza. En la sala de control de pasaportes, tres músicos –guitarra, bajo y batería, que es el cantante– visten trajes azules cargados de lentejuelas, una escena que recuerda las discotecas de los años setenta, y un cierto hastío al amenizar la burocracia.
Una fiesta. Entre los recién aterrizados procedentes de la Gran Manzana se cuenta una pareja en luna de miel. “Sabemos que ocurrió algo, que fue en la zona pobre y nosotros no vamos ahí”, replica él. En el trayecto en taxi, Stephanie, la conductora, pone palabras a la evidencia. “La vida continúa”.
Luego de Dorian, en Bahamas todavía quedan 1300 personas desaparecidas . Foto: AP
En el ambiente de la capital del archipiélago sólo se constata el hedonismo frívolo del turismo de masas, metido en una burbuja de aislamiento. Su máxima expresión se alcanza en el complejo Atlantis, ubicado en Paradise Island, orientado en especial a los ricos estadounidenses.
Las autoridades de emergencia afirman que algunos cuerpos nunca serán recuperados por las inundaciones. Foto: AP
Aquí se confrontan los dos mundos. Escasos metros separan a los que se dedican a ayudar a los desposeídos y a los que gastan a raudales en alojamiento, restaurantes y casinos del Atlantis. La burbuja revienta ante la cola que se forma en ese centro deportivo. Hay un montón de historias de gente que lo perdióo todo, salvo su existencia.
Las cifras oficiales hablan de 53 muertos –el último cadáver apareció este viernes– y en torno a 1.300 desaparecidos.
“Estuvimos doce horas refugiados en el techo del coche, yo tuve que luchar para que nuestras hijas no se durmieran”, relata Roseline, vecina de Treasure Cay y refugiada en este polideportivo. Su marido. Johnny Pierre, hizo una especie de flotador con las piezas de una nevera portátil y sacó a nado a las niñas. Halló refugio en un montículo. Ahora pasan las horas en un recinto de refugiados, con la esperanza de volver cuanto antes a su hogar.
Haría falta reinventar el lenguaje para no caer en lugares comunes al describir la estampa. Si Nassau es una verbena, esto es lo más semejante al vestíbulo del fin del mundo. Sam Block, uno de los curtidos colaboradores de WCK, lo define como “una película de apocalipsis zombi”.
Las autoridades de emergencia afirman que algunos cuerpos nunca serán recuperados por las inundaciones. Foto: AP
La destrucción alcanza el 80% en Gran Abaco. Edificios destechados o derruidos se suceden por el camino, rodeados de un bosque de árboles partidos.
Pueblo tras pueblo, los vecinos reciben comida y agua, al tiempo que reclaman combustible. “Necesitamos que funcionen los coches para sacar toda la basura acumulada”, reclama Angie, en Crown Heaven, un pueblo que no es precisamente una corona (crown) y que está lejos, muy lejos del cielo (heaven).