ÉXITO EN EL SIGLO XXI


Por Juan Alberto Valdez Vizcaino, educador y político.
Hablar de éxito en estos tiempos, dominados por una sociedad tan competitiva, supone un reto imperativo. Este término tan conocido y usado por todos, del cual la humanidad ha hablado durante más de 500 años, posee una maquiavélica amplitud subjetiva. Todo el mundo concibe el significado de esta palabra de una manera distinta, influenciado, en la mayoría de los casos por los estereotipos que nos impone la sociedad; lo cual me lleva a afirmar, que el significado real del término, está completamente desvirtuado de su origen etimológico.

Me apesadumbra ver, que la gran mayoría de las personas no hacen las cosas para sentirse bien consigo mismas; gran parte de la gente, solo busca impresionar a sus semejantes y, conjuntamente con esta insignificante acción, complacer los cánones establecidos por la sociedad tradicional; aunque eso implique, el sacrificio de su propia felicidad; lo cual nos sumerge en una completa insatisfacción personal.

El éxito siempre será relativo; ya que la realidad no es uniforme, y el contexto social, la cultura y la era cronológica determinan, no solo el modo, sino hacia donde debe la persona conducirse para obtener el triunfo que anhela en su vida. Si tomamos en cuenta lo arraigado que se encuentra el éxito al concepto de poder y al materialismo, diríamos que no es un camino nada fácil de trazar; sin embargo, lo que nos han vendido como éxito durante mucho tiempo es algo inexacto, incorrecto, amañado e impropio; puesto que el verdadero éxito está dentro de cada uno de nosotros, y consiste, en hacer y disfrutar lo que a mí me hace feliz, y no en complacer a los demás.

Bajo ninguna circunstancia, el éxito puede orientarse en complacer a la colectividad, porque entonces sería completamente falso. En la actualidad, para centenares de personas en todo el mundo, el éxito es simplemente obtener muchos bienes materiales y alcanzar títulos y puestos que nos den la oportunidad de ascender y tener notoriedad en la sociedad, eso es tan evidente, que una persona muy reconocida es considerada exitosa; aunque ese supuesto “éxito”; haya sido el resultado de maltratar, humillar, y denigrar al prójimo, e incluso, en múltiples ocasiones alta traición a la patria. Vivimos en un mundo donde todo aquel que tiene mucho dinero es considerado exitoso, pese a que la procedencia de sus bienes sean aberrante, asqueante e inapropiada.

El éxito se refleja en aquella persona que logra un cambio positivo en la vida de otros, y además se convierte en un referente de gran filantropía genuina; exitoso es aquel que, pasa por la vida de los demás dejando huellas y marcando positivamente a sus semejantes; aquel ser humando de alma transparente que no necesita humillar a nadie para sentirse fuerte e importante. Los cargos y títulos terrenales no son nada, si se utilizan para hacer sentir menos a nuestros iguales. Esas actitudes arrogantes y caudillistas, más que éxito, lo que reflejan en nosotros es un profundo fracaso emocional, y una gran debilidad en nuestro carácter y personalidad. Éxito es coherencia entre lo que digo y lo que hago.

Para concluir, es importante resaltar que realmente los tiempos han cambiado, y con ello las exigencias para trascender socialmente son cada vez más difíciles de corresponder; no obstante, al margen de lo que indican los dogmas sociales con respecto al falso éxito ordinario, es necesario que cada uno tenga bien claro, cuales son los parámetros reales del verdadero éxito en el siglo XXI. Realiza un análisis introspectivo, y evalúa que tan bien te sientes contigo mismo cuando cierras las puertas de tu habitación, y te encuentras encerrado sin nadie que reconozca o pueda aupar tus logros, es una cuestión de satisfacción personal; pero recuerda también que para alcanzar el éxito se necesita algo más que poder y dinero.

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