Nayib Bukele, el joven presidente que prometió cambiar El Salvador, gobierna con mano dura

El mes pasado, fuerzas de seguridad en El Salvador detuvieron a un hombre que había salido a comprar alimentos, violando las reglas de la cuarentena.

CIUDAD DE MÉXICO — Los salvadoreños se la jugaron cuando eligieron como presidente a Nayib Bukele: era un político con poca experiencia, un milénial que dirigió su campaña principalmente en las redes sociales y que ofreció pocos detalles concretos sobre cómo gobernaría.

Aun así, los votantes en El Salvador lo llevaron a la presidencia con la esperanza de un cambio que mejoraría sus vidas en un país que durante mucho tiempo ha sido afectado por la corrupción y la pobreza y que tiene una de las tasas de asesinatos más altas del mundo.

Pero las medidas que Bukele ha tomado en los últimos meses han hecho que muchos salvadoreños —abogados, líderes empresariales, defensores de derechos humanos, periodistas y otros— sientan temor ante la posibilidad de que su gobierno sea un retroceso hacia el tipo de liderazgo autoritario que el país derrocó luego de librar una guerra civil.

En febrero, Bukele llevó soldados al Congreso para intimidar a los legisladores con el fin de que aprobaran un proyecto de ley. Al mes siguiente, no acató las órdenes de la Corte Suprema de que dejara de usar al ejército en los operativos de detención de los infractores de la cuarentena. Más tarde, abogó por el uso de la fuerza letal en una ofensiva contra las pandillas criminales que aumentan la tasa de homicidios en el país.

“El mismo presidente se apoya más en los militares y en la policía, y de repente estos cuerpos nuevamente vuelven a ejercer un papel represivo”, dijo Luis Coto, un sacerdote que lidera una parroquia de 15.000 miembros en el centro del país. “Estamos dando marcha atrás, retrocediendo a lo que fue el tiempo de la guerra”.

La elección de Bukele, de 38 años, hizo a un lado a los dos partidos políticos que se habían alternado en el poder desde el final de la brutal guerra civil de El Salvador de la década de 1990. Cuando declaró su victoria, vestido con un pantalón de mezclilla y una chaqueta de cuero, Bukele dijo que el país había “pasado la página” a la era de la posguerra.

“Cinco personas no van a decidir la muerte de cientos de miles de salvadoreños”, dijo Bukele, en su cuenta de Twitter, sobre las resoluciones de los jueces. “La sala no tiene facultades para implementar o quitar medidas sanitarias ni para decidir sobre contenciones epidemiológicas”.

La mayoría de la población, cansada de la violencia, continúa apoyándolo, y tiene altos índices de aprobación. El equipo de Bukele declinó hacer comentarios para este artículo.

Pero sus decisiones recientes han sacudido la frágil democracia del país.

Cuando la legislatura tardó en aprobar fondos adicionales para el ejército en febrero, Bukele llevó a soldados armados y a policías hasta los pasillos de la Asamblea Legislativa para presionar a los congresistas a actuar. La medida provocó una crisis constitucional y revivió los recuerdos de las dictaduras militares que gobernaron al país durante casi medio siglo.

El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, se presentó en las elecciones como un político “outsider”. Los salvadoreños, cansados de los dos partidos que se han alternado el poder, lo respaldaron.
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, se presentó en las elecciones como un político “outsider”. Los salvadoreños, cansados de los dos partidos que se han alternado el poder, lo respaldaron.Credit…Salvador Meléndez/Associated Press

Al siguiente mes, desplegó al ejército en las calles para hacer cumplir una de las cuarentenas más estrictas de la región con el fin de evitar la propagación del coronavirus. Soldados y policías han encerrado a miles de personas en centros de contención por no cumplir con la cuarentena, y los mantienen confinados en esas instalaciones durante semanas. La Corte Suprema dictaminó que las detenciones eran inconstitucionales y le ordenó a Bukele que las suspendiera, pero él se negó.

“Hay una humillación en el acto de tenerlos a todos semidesnudos, obligados a tocarse a la vista del público”, dijo José Miguel Cruz, experto en delincuencia organizada salvadoreña en la Universidad Internacional de Florida.

En esta foto publicada por la Secretaría de Prensa de la Presidencia de El Salvador, los reclusos están en fila durante una operación de seguridad para castigar a los pandilleros. Algunos críticos dijeron que la medida era humillante y podría exponer a los presos al coronavirus.
En esta foto publicada por la Secretaría de Prensa de la Presidencia de El Salvador, los reclusos están en fila durante una operación de seguridad para castigar a los pandilleros. Algunos críticos dijeron que la medida era humillante y podría exponer a los presos al coronavirus.Credit…Secretaría de Prensa de la Presidencia de la República de El Salvador vía Associated Press

Bukele también anunció que se ubicará a pandilleros rivales en la misma celda y que sellará las celdas con láminas de metal soldado. “Estarán adentro, en lo oscuro, con sus amigos de la otra pandilla”, tuiteó.

Según los expertos en seguridad salvadoreños, revertir la política de segregar a los miembros de las pandillas envía un mensaje claro. “Es una invitación para que se maten entre sí”, dijo Cruz.

Abogados salvadoreños, consorcios empresariales y destacados grupos de investigación han condenado las acciones del presidente. Muchas personas de las organizaciones de derechos humanos, nacionales e internacionales, advirtieron que Bukele se estaba inclinando hacia una dictadura. Dos de los principales congresistas demócratas que forman parte del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos escribieron una carta al presidente salvadoreño en la que condenaban las imágenes “innecesariamente degradantes” de las cárceles del país.

“Quienes lo alabaron en su momento, quienes confiaban en él en su momento, ahora están comprendiendo que estamos frente a un gobernante autoritario, irresponsable e inmaduro que puede traer un daño irreparable al país” dijo Celia Medrano, una activista salvadoreña del grupo de derechos humanos Cristosal.

El gobierno de Donald Trump se ha quedado callado. En una conferencia de prensa reciente, Michael Kozak, el secretario en funciones a cargo de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, dijo que el desafío de Bukele a la Corte Suprema equivalía a “diferencias de opinión sobre el mejor modo de manejar los temas de cuarentena y distanciamiento social” y destacó los “índices de popularidad extremadamente altos” del presidente.

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