El olor a lluvia, el olor de un libro nuevo, el olor a hierba recién cortada… Los olores son muy importantes en nuestras vidas, tanto los buenos como los malos. Hay algunos que son capaces de transportarnos mentalmente a cualquier otro lugar y momento, incluso si es muchos años atrás. Muchos tenemos olores que cuando los olemos decimos que nos traslada a nuestra infancia, y así es.
Nuestro sistema olfativo está conectado con el sistema límbico y la amígdala, áreas del cerebro que se asocian con el desarrollo y el control de los estados emocionales. Esto hace que cualquier aroma active rápidamente las estructuras de nuestro cerebro, incluso las más antiguas. No cabe duda de que el olor a lluvia es uno de los que más tenemos en nuestra memoria, ese olor que se queda cuando ha llovido, tanto si es en la ciudad como en el campo.
Petricor, el olor a lluvia
Cuando llueve sobre suelos secos, ese olor que queda, se llama petricor, un término que se acuñó en los años 60 y que desde entonces se ha seguido utilizando.
Causas de este olor
La parte del olor del ozono tiene su origen en la descomposición de las moléculas de oxígeno y nitrógeno, que reaccionan a su vez con otros componentes atmosféricos y dan lugar al ozono. Podríamos describir su olor como “a limpio”.
En cuanto a la geosmina, llamada “el aroma de la tierra”, es una molécula que se produce por unas bacterias que cuando hay sequía liberan sus esporas para poder sobrevivir. Cuando llega la lluvia, esas esporas se propagan y se quedan suspendidas en el aire, lo que hace que haya un olor a tierra mojada que es tan característico cuando llueve.
En lo que al petricor respecta, éste se libera cuando las gotas de agua golpean las rocas o similares (suelo, edificios, etc). Esto hace que se propaguen por el aire unos aceites que proceden de las plantas y que se acumulan durante la época de sequía.