Las medidas que Nueva Zelanda estableció para frenar el avance del covid-19 parecen haber dado resultado, pero han tenido un inesperado efecto: la reaparición de una plaga de pollos salvajes que amenaza una zona al oeste de Auckland.
Mientras que los medios de comunicación informan que la epidemia de coronavirus ha terminado en Nueva Zelanda, los habitantes del oeste de Auckland se enfrentan a una plaga de pollos salvajes, problema que parecía casi resuelto antes de la pandemia, según The Guardian.
El cacareo de las aves le quita el sueño a los habitantes del suburbio de Titirangi. Las gallinas devastan jardines, huertos y las raíces de los árboles Kauri (especie emblemática de Nueva Zelanda y la de mayor tamaño del país).
Sin embargo, algunos neozelandeses se compadecen de las aves y las alimentan, sin embargo la comida que dejan para ellos, a su vez, atrae a las ratas. Y, al parecer, esta gota ha sido la gota que colmó el vaso, según las declaraciones a The Guardian del presidente del consejo público de la región de Waitākere Ranges, Greg Presland, encargado de resolver el problema.
Para no dañar a inofensivos pájaros pero librarse ellos las autoridades locales han desarrollado un plan para su captura y reubicación, para lo cual en los suburbios de Titirangi se montaron grandes redes.