Por Juan Alberto Valdez, educador y político.
Para poder hacerle frente a los problemas que tiene la sociedad en la actualidad, ciertamente habrá que continuar incentivando políticas materiales concretas como las de empleo y vivienda para los jóvenes y también para los colectivos vulnerables, pero si aceptamos que sentirse miembro de la sociedad trasciende lo que en otras épocas había representado la independencia que da el acceso al mundo del trabajo, hay que pensar otras estrategias de incorporación.
Se hace necesario atender las necesidades no materiales de las personas.
Estar incorporado es sentirse útil, ser tenido en cuenta y sentir que no se es prescindible por los demás. En este sentido, las prestaciones sociales pueden ser de ayuda para cubrir necesidades materiales, pero no contribuyen necesariamente a sentirse miembro activo de la comunidad si no se plantea de forma explícita el sentido de participación y de pertenencia.
Es imprescindible la construcción de tejido social que lleve a una comunidad integradora. Hay que recuperar la dimensión humana del territorio y del barrio como espacio simbólico para la construcción de vínculos entre todas las personas que lo configuran. La sociedad se humaniza en el momento en que reconoce los rostros y las historias de sus habitantes, en el momento en que la frialdad del anonimato deja paso al conocimiento y la comprensión recíproca entre personas y juntas construyen este espacio común de convivencia. Todos los colectivos tienen debilidades, y solo pueden superarse desde la seguridad de una red social inclusora donde todo el mundo recibe y todo el mundo da.
Finalmente, la construcción social debe hacerse desde la corresponsabilidad y la voluntad de incluir a todos los sectores que la configuran. Es conveniente dejar de mirar exclusivamente desde el déficit e identificar las potencialidades que todos los grupos pueden aportar: la sabiduría y la perspectiva de las personas mayores; la formación, la fuerza y la creatividad de las personas jóvenes; el conocimiento y la experiencia de las personas activas, la imaginación y el sentido común de los niños o las miradas desde todas las perspectivas posibles, ya sean culturales, de género o de posición social