Estamos acercándonos a la llamada semana mayor. La semana santa. La semana del cumplimiento de la promesa de Dios de salvación para la humanidad. La semana en la que el hijo de Dios va entregar su vida por el rescate de muchos. La semana que se aproxima a conmemorar la humanidad y la cual ha tomado para cherchas, playas, ríos y parrandas, es la semana que marco la humanidad para la eternidad.
Es una semana de intenso aprendizaje. Es una semana que todos deberíamos conmemorar en recogimiento total. En arrepentimiento. En sacrificio y peticiones de perdón y misericordia.
En esa última semana de Jesús se consumó el Plan de Dios. Fue una semana cargada de emociones, despedidas, traiciones, oraciones que estremecieron el cielo y enseñanza en grado sumo. Una agitada semana en la vida del maestro. Sabía que estaba cerca su final. Pero también sabía que la escritura debía cumplirse.
Jesús transitó el camino más difícil. Vivió y sufrió en carne propia el abandono, traición, mentiras, calumnias, envidias, abusos y muerte y todo lo hizo por amor.
Pasión, crucifixión, pascua y ascensión, son momentos centrales en nuestra fe. La Semana Santa nos recuerda el costo que Jesús estuvo dispuesto a pagar para obtener nuestra libertad y poder restaurarnos a una correcta relación con Dios.
Jesús pago el precio. Jesús se inmolo por el pecado del mundo. Jesús tiene en su poder las llaves del hades. Él es el camino al Padre. Él está ofreciendo el regalo más grande que se puede ofrecer. Te está invitando a que le recibas como tu Señor y Salvador. Te ofrece vida eterna. Te está extendiendo una invitación porque Dios es un Dios invitador.
Tu y solo tú decides que hacer con esa invitación. La decisión es tuya. Jesús no te va a obligar a entrar con El al arca de la salvación. Pero un día, así como le rechazas hoy, así como le niegas hoy, Él te va a rechazar y negar delante de su Padre en el cielo.
Dios les bendiga.
Con amor, Dionni Batista