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viernes, 5 de diciembre del 2025

Qué implica la designación del Cártel de los Soles como organización terrorista extranjera

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En República Dominicana, hablar de educación suele quedarse en lo superficial: cuántas escuelas nuevas, cuántas tabletas repartidas, cuántas aulas pintadas para la foto. Pero rara vez nos detenemos a mirar qué se está enseñando de verdad, qué herramientas estamos poniendo en manos de los estudiantes y qué tipo de país estamos formando a partir de esas decisiones. Aunque el Diseño Curricular del Nivel Secundario del Ministerio de Educación dice aspirar a formar ciudadanos críticos, éticos y solidarios (Ministerio de Educación, 2016), cualquiera que haya pisado un aula del sistema público sabe que esa promesa todavía no se refleja en la práctica.

En los últimos años ha habido aumentos salariales y mejoras en la infraestructura educativa, pero aun con esos avances la enseñanza de las humanidades y las ciencias sociales sigue siendo limitada, inconsistente y, muchas veces, nula. Esto tiene un impacto directo en el país. El 80 % de los estudiantes dominicanos están en escuelas públicas, lo que implica que el 80 % de los futuros adultos crece sin un acceso profundo y sostenido a estas materias fundamentales (Statista). En otras palabras, la mayoría está recibiendo una educación que les enseña a funcionar, pero no necesariamente a comprender.

La filósofa estadounidense Martha Nussbaum, una de las voces más influyentes sobre ética, democracia y educación, advierte en Not for Profit que, cuando una nación descuida las humanidades, forma trabajadores eficientes pero ciudadanos con una capacidad reducida para pensar críticamente y entender los valores que sostienen una democracia. Y en nuestro sistema educativo esto se ve claramente: materias como historia, filosofía, ética o ciencias sociales quedan relegadas por una enseñanza técnica y memorística, donde lo prioritario es repetir en vez de cuestionar.

Poco a poco hemos convertido la educación dominicana en una maquinaria que produce, pero no piensa. Y un país que no piensa difícilmente puede avanzar.

Me he dado cuenta de algo simple: hay dos tipos de educación. Una enseña a ganarse la vida y otra enseña a hacer que la vida valga la pena. La primera mantiene a un país funcionando; la segunda permite transformarlo. Porque la educación no es solo un camino de movilidad social: también es la base para entendernos, tomar decisiones informadas y ubicarnos en el mundo con conciencia.

Cuando la mayoría de nuestros jóvenes no recibe herramientas para pensar críticamente, no solo se limita su futuro individual: también se limita la capacidad del país entero para decidir su rumbo. Mientras las ciencias sociales sigan concentradas en los colegios privados y lejos del alcance del pueblo, seguiremos reproduciendo desigualdad, desinformación y una apatía política que parece heredarse. Una sociedad que no comprende sus instituciones ni sus derechos termina cediéndolos sin darse cuenta. Y un país que no entiende su historia ni su sistema político no puede aspirar a transformarlos.

Conviene aclarar algo importante: defender el valor de las ciencias sociales no implica restar mérito a áreas como matemáticas, ingeniería o tecnología, que son esenciales para el desarrollo productivo y científico del país. Tampoco significa sugerir que el sistema educativo público esté funcionando bien; de hecho, un libro entero podría dedicarse a los extensos desafíos estructurales que enfrenta. Aquí me concentro en un punto específico que suele quedar invisibilizado: la ausencia, fragilidad o mala implementación de las ciencias sociales. Y esa es una de las razones por las que el país avanza menos de lo que podría.

Si realmente queremos una República Dominicana que avance, necesitamos recuperar el valor de las humanidades, fortalecer la enseñanza de las ciencias sociales y apostar por una educación que no forme solo mano de obra, sino ciudadanos. Porque un país que entiende es un país que puede cambiar.

¿Cuáles son las posibles consecuencias para la región y la figura de Maduro?

Sin embargo, el cerco se estrecha: el Departamento de Justicia mantiene cargos por narcoterrorismo, y el Departamento del Tesoro ha sancionado a varios colaboradores cercanos bajo la categoría de "Terroristas Globalmente Designados".

Fuentes en Washington consideran que esta designación crea una base jurídica más sólida para presionar a socios de Maduro en otros países y limitar sus movimientos financieros. Analistas coinciden en que la decisión puede tensar aún más el equilibrio regional, sobre todo en un Caribe ya marcado por la inestabilidad migratoria y la inseguridad.

Aunque Maduro no ha sido declarado formalmente "terrorista" como individuo, la línea entre su figura y la organización designada se vuelve cada vez más estrecha, anticipando un clima diplomático más confrontacional en los próximos meses.

Una fase decisiva

Estados Unidos parece haber entrado en una fase decisiva de su estrategia contra el Gobierno de Nicolás Maduroadvertencias aéreas severas, un inusual despliegue militar en el Caribe y una ola creciente de cancelaciones de vuelos internacionales han convertido el espacio aéreo venezolano en una zona casi desierta.

En Washington, cuatro altos funcionarios confirmaron a Reuters que la administración Trump está a días -o incluso horas- de activar una "nueva fase de operaciones", con planes que van desde acciones encubiertas hasta opciones más agresivas que la Casa Blanca todavía no descarta.

La señal más visible de esta escalada provino el viernes, cuando la Federal Aviation Administration (FAA) emitió una alerta urgente a pilotos y aerolíneas sobre una "situación de seguridad que se deteriora rápidamente" en torno al espacio aéreo venezolano.

La advertencia, que menciona actividad militar intensificada y riesgos a "todas las altitudes", no prohíbe los vuelos, pero sí elevó el nivel de precaución al máximo operativo. El impacto fue inmediato: en menos de 48 horas, las principales aerolíneas de la región comenzaron a retirarse.

Las agencias AP y Reuters confirmaron que al menos seis aerolíneas internacionales suspendieron rutas de forma indefinida: TAP Air Portugal, LATAM Airlines, Avianca, Iberia, Gol Linhas Aéreas y Caribbean Airlines. A ellas se sumó Turkish Airlines, que anunció la cancelación de todos sus vuelos Estambul-Caracas entre el 24 y el 28 de noviembre.

LATAM canceló su conexión Caracas-Bogotá en rutas ya programadas, mientras Avianca interrumpió operaciones hacia Maiquetía. Iberia, por su parte, comunicó que suspende todos sus vuelos comerciales a Venezuela hasta nuevo aviso. Con estas decisiones, Venezuela pierde prácticamente toda su conectividad aérea de largo alcance.

El factor técnico refuerza el temor: el Washington Post reportó que desde septiembre se registran interferencias intermitentes en los sistemas de navegación satelital (GNSS) cerca de Venezuela –fallas críticas que, combinadas con movimientos militares, elevan el riesgo operativo. Las aseguradoras aeronáuticas también comenzaron a reevaluar coberturas, un paso que generalmente antecede suspensiones más amplias.

Despliegue militar en el Caribe

En paralelo, el Caribe vive un despliegue militar sin precedentes recientes. Barcos de asalto, destructores, aeronaves de vigilancia y unidades de guerra electrónica estadounidenses operan desde Puerto Rico hasta las proximidades de aguas venezolanas.

Según funcionarios consultados por Reuters, los movimientos buscan "disuadir amenazas" y reforzar operaciones antinarcóticas, pero admiten que también cumplen funciones de "posicionamiento operacional", un término que en el argot del Pentágono describe la preparación de condiciones para una acción inmediata.

En medios de seguridad y diplomacia, la secuencia –advertencias aéreascielos despejadosretiro de aerolíneas, despliegue naval- plantea un patrón conocido. Antes de los bombardeos en Libia en 2011, la FAA había alertado a las aerolíneas sobre el deterioro de la seguridad en el Mediterráneo.

En Siria, en 2014, emitió avisos similares antes de las primeras incursiones contra el Estado Islámico. Incluso en Irak, días antes de la invasión de 2003, EE. UU. ajustó la clasificación de riesgo para vuelos comerciales en la región. En todos esos escenarios, el despeje del tráfico civil fue un elemento clave para operaciones militares posteriores.

Según Reuters, el plan estadounidense contempla un primer paso que incluye operaciones encubiertas contra figuras clave del círculo de Maduro, orientadas a desarticular redes de seguridad, finanzas y logística.

Dos funcionarios confirmaron que la Casa Blanca ha discutido incluso "opciones de cambio de régimen", aunque públicamente Washington insiste en que su objetivo es frenar el narcotráfico. "El presidente Trump está dispuesto a usar todo el poder estadounidense", declaró una de las fuentes de alto nivel.

Noticias de San Juan de la Maguana / Noticias de San Juan

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