Mucho se ha hablado a lo largo de los años de los mejores métodos o formas de crianza, sobre lo que hay o no que hacer, y de lo provechoso o contraproducente que pueden resultar ciertas cosas. Lo que es un hecho es que el apego, o lo que es lo mismo, la creación de un vínculo sólido y afectuoso con nuestros hijos, no es un requerimiento, sino una necesidad tanto para ellos, como para nosotros como padres.
Qué entendemos por apego
En el caso concreto del apego en la relación materno-filial, estaríamos hablando de aquello que el niño hace para asegurarse de que su madre está con él, para saber que cuenta con ella, que no está solo y que hay alguien que le cuida y le protege.
Un vínculo realmente importante
El apego ha sido, en ocasiones, subestimado, e incluso ha sido considerado como innecesario o contraproducente, pero lo cierto es que no es así. La relevancia de este vínculo, del contacto, la cercanía, la atención de sus peticiones y su cuidado se ha demostrado que tienen repercusiones positivas en lo que se refiere al desarrollo emocional y psicológico de los niños.
La existencia del apego con los padres proporciona no solo seguridad física, sino también seguridad emocional. Es la certeza de contar y tener a alguien incondicionalmente, de sentirse querido y aceptado sin condiciones y, también, de saberse protegido. Hace que los pequeños tengan la confianza para explorar el mundo, relacionarse y aprender, ya que está estrechamente relacionado con sus inseguridades, la regulación del estrés y su capacidad de adaptación. Además, una situación estable en este sentido, hará que al convertirse en adulto tenga una mayor estabilidad mental y psicológica.
En función de las circunstancias y situación del niño, así como la relación existente o inexistente con los padres y la actitud de estos respecto al niño, Bowlby habló y planteó cuatro tipos de apego.
1. Apego seguro
Este tipo muestra la existencia de una relación afectuosa y cercana entre padres e hijos. Cuando hay este tipo de apego el niño se siente amado, protegido y cuidado, lo que le permite desarrollar relaciones saludables y estables con las personas que le rodean. Igualmente, los pequeños que se crían con este tipo de vínculo tienen más confianza en sí mismos y autoestima, por lo que se sienten más seguros al interaccionar con otros, y esto lo llevan hasta la edad adulta, logrando relaciones más duraderas sin temor a ser abandonados.
2. Apego ansioso y ambivalente
Cuando la relación no es tan cercana u oscila continuamente entre la prestación de cuidados y la ausencia de ellos por parte de los adultos, los niños tienden a buscar de forma constante la aprobación de las figuras de referencia en un intento por sentir la proximidad y el amor parental. Los niños que crecen con este tipo de vínculo son más inseguros, tienden a tener baja autoestima y tienen miedo al abandono y a la exploración del mundo. Estos pequeños probablemente crezcan siendo emocionalmente dependientes y presenten dificultades en sus relaciones de parejas por no sentirse amados o correspondidos.
3. Apego evitativo
En los casos en los que las figuras que deberían ser de apego, no proporcionan los cuidados necesarios al pequeño, éste tiende a buscar las soluciones por sí mismo, aprende a desenvolverse y se va convirtiendo en autosuficiente. Se produce un distanciamiento emocional respecto de los padres, que genera, progresivamente, que el llanto no haga acto de presencia cuando estos se van.
Este tipo de comportamiento puede parecer una muestra de seguridad, pero no lo es. Se trata de algo aprendido por necesidad, más no por gusto, lo que produce gran sufrimiento en el niño, además de altos niveles de estrés y problemas de autoestima.
4. Apego desorganizado
Este tipo de apego se caracteriza, sin lugar a dudas, por la confusión. Cuando los padres se muestran inestables, inseguros y proporcionan un cuidado inexistente o insuficiente a los niños, se produce una mezcla entre los dos tipos anteriores: ansioso y evitativo.
El niño no confía e incluso siente miedo o temor de la figura o figuras que deberían ser sus proveedoras de protección y cuidados, por lo que va desarrollando una personalidad bastante insegura, con tendencia a reacciones impulsivas y, a veces, desproporcionadas. Todo esto desemboca en una mala gestión y expresión de emociones y en una complicada postura ante las relaciones interpersonales.
Lo aconsejado y desaconsejado
Por el contrario, este vínculo no supone que sobreprotejamos al niño hasta el punto de no dejarle explorar, limitarle o hacerle dependiente, sino todo lo contrario. Les estamos dotando de las herramientas necesarias para ser autosuficientes y tener relaciones sanas, sin temor y sin dependencias.
¿Qué tipo de apego practicas con tus hijos? ¿Qué tipo de apego practicaron tus padres contigo?