Charles Spurgeon, afamado predicador británico del siglo XIX y considerado por muchos como el predicador más insigne después el apóstol Pablo, dijo en una ocasión: “Solo los tontos creen que política y religión no se discuten. Es por eso que ladrones siguen en el poder y falsos profetas predicando”. Por muchos años, hemos puesto a la política y al evangelio como dos cosas completamente incompatibles; sin embargo, si lo pensamos bien, nos daremos cuenta que aunque, evidentemente, hay ciertas cosas que no convergen entre ambas, tampoco difieren del todo. Mi intención con este artículo no es ni defender ni fustigar a nadie, simplemente quiero hacer entender algunas cosas: los cristianos tienen todo el derecho de participar activamente en la política; no obstante, deben evitar brindar su apoyo a candidatos que promuevan leyes y agendas contrarias a la voluntad de Dios expresada en las Sagradas Escrituras, y deben tener un orden de prioridades bien establecido en el cual, Dios debe estar en el tope.
Desde hace un tiempo, he llegado a la conclusión de que cuando mezclamos el tema político con el tema religioso, sacamos a relucir la hipocresía de un gran número de creyentes. ¿Qué me motiva a hacer esta aseveración? Los comentarios que he escuchado a muchos hermanos emitir: algunos dicen que los cristianos no deben ni pueden involucrarse en actividades políticas, y cuando un hermano tiene aspiraciones a cargos públicos, lo condenan. Sin embargo, el día de las elecciones votan por los impíos y por candidatos con historiales de corrupción. ¿Qué nos pasa? Reprendemos a los hijos de la luz porque tienen deseos de servir al pueblo, pero votamos por hijos de las tinieblas que quieren servirse del pueblo. ¿Acaso no es esto una señal de doble moral? La participación política y el ejercicio del sufragio son derechos y deberes ciudadanos. Todos los nacionales de un país cualquiera tienen el derecho hacer vida política y de militar en el partido de su preferencia y los cristianos no somos la excepción.
Sin embargo, como cristianos, debemos tener suma cautela al momento de ejercer ese derecho. Se hace muy necesario que, de manera minuciosa, examinemos el perfil de cada candidato y de cada partido antes de brindarle nuestro apoyo. Las Escrituras sostienen que debemos hacer todo para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31), por lo tanto, no podemos deshonrar a Dios con nuestras decisiones políticas. Mi recomendación es y siempre será votar por candidatos cristianos, porque estos son de los nuestros y profesan los mismos valores que nosotros profesamos. Además “cuando los justos gobiernan, el pueblo se alegra. Pero cuando los perversos están en el poder, el pueblo gime” (Proverbios 29:2 NTV). No obstante, si no hay candidatos piadosos, entonces apoyemos y votemos por partidos y candidatos que no promuevan cosas contrarias a lo que Dios ha establecido en la Biblia. Amados hermanos, no somos ingenuos. Nosotros sabemos bien cuales son los candidatos que promueven el aborto, el matrimonio gay y los que quieren sacar a Dios de las escuelas. Si sabiendo estas cosas, ofrecemos nuestro apoyo a personas e instituciones como estas, estamos deshonrando a Dios con nuestras acciones y seríamos bastante hipócritas al pedirle en oración que evite la legalización del aborto o el matrimonio homosexual.
Por último, debemos tener bien claro cuáles son nuestras prioridades. ¿Por qué digo esto? Porque, desafortunadamente, hay hermanos que son más políticos que cristianos. Esos hermanos hacen lo que sea por su partido político y por su candidato, pero no se atreven a hacer un mínimo esfuerzo para que el reino de Dios avance, y lamentablemente, cuando actuamos de esta manera, invertimos el orden de lo que Jesús enseñó. El Señor dijo: “…busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas”. (Mateo 6:33 NVI), pero algunos hermanos buscan las añadiduras y esperan que el reino y la justicia de Dios los encuentre a ellos. Está bien que nos guste la política, que nos involucremos en ella y que si queremos, nos postulemos para un cargo gubernamental, no obstante, no podemos olvidar que en todo eso, Dios debe ser el centro. Dios es nuestro origen y nuestro destino.
Estimados hermanos, mi humilde consejo para ustedes es que voten, no dejen de votar, pero busquen agradar al Salvador con su decisión electoral.
Con cariño, Emmanuel Paniagua.