La comunicación es la mejor manera de contrarrestar los efectos negativos que el estrés, la vida laboral y la rutina diaria tienen sobre la vida sexual, al hacer que en muchas ocasiones ésta deje de ser satisfactoria. No hay que perder de vista en ningún momento que la actividad sexual no sólo incide positivamente en la salud, sino también en el estado de ánimo.
Así pues, la comunicación es esencial para lograr una vida sexual plena:
- Conocerse mutuamente.
- Saber qué le gusta y qué no a la pareja.
- Tratar de complacerla pareja en sus gustos.
- Averiguar las mejores maneras de excitar a la pareja.
- Hablar de las posibles disfunciones sexuales y buscar juntos la manera de corregirlas.
Hablar de sexo nunca debe ser un tema tabú, pues no resolver los problemas que surjan en este ámbito puede llevar al desinterés por el sexo. Hay que tener en cuenta que la actividad sexual conlleva una comunicación emocional que transmiten no sólo las palabras, sino también los besos, las caricias y los abrazos, más allá del mero placer físico.
No obstante, las palabras también son un estímulo durante la relación sexual. Ayudan al otro a conocer el estado de excitación, qué es lo que le produce mayor placer, saber cuándo no se debe parar porque se está al borde del orgasmo, etc.. Por el contrario, el silencio es un camino seguro hacia la rutina y el desinterés.
La comunicación, el diálogo, es la manera de evitar la rutina en la vida sexual y abrirse a nuevas experiencias, a experimentar otras maneras de obtener el máximo placer. Si uno de los dos no alcanza el orgasmo es importante saber por qué, explorar su cuerpo y sus zonas erógenas, probar nuevas posiciones.
Todo ello ayudará a saber si se trata de una disfunción sexual o de un problema de estímulos inadecuados; y, si a pesar de una comunicación abierta el problema persiste, poder tomar conjuntamente la decisión de solicitar la ayuda de un especialista o someterse a una terapia de pareja.