Desde muy joven, Ortiz Soto comenzó a experimentar el dolor intenso que provoca el perder un hijo
Con 95 años, a Juan Ortiz Soto lo acompaña una silla de ruedas y una mente lúcida con la que revive sus momentos memorables. En esa caja de recuerdos, guarda los que le dieron mucha felicidad y aquellos en los que sintió que se fue un pedacito de su vida.
Aunque al recordar tiene momentos de tristeza, el cuidado de los vecinos y su fortaleza le hacen seguir batallando en una vida que lo ha hecho tocar fondo en más de una ocasión.
Matanzas de Baní lo vio nacer un 1 de agosto de 1926. Fue agricultor y carpintero, además, sirvió a la patria durante 25 años como miembro de la Armada Dominicana, el Ejército y la Policía Nacional. Luego, llegó el momento en que recibió los mejores regalos que un padre puede tener, sus hijas. Todo marchaba bien.
Para él, entre los mejores momentos que vivió como padre, está cuando una de sus hijas lo veía llegar, y el recibimiento estaba lleno de alegría y abrazos. Nunca pensó que llegaría un día en que esos momentos no se repetirían, porque su historia de padre iba a ser marcada por la pérdida de cuatro de sus cinco hijas, en situaciones paralelas. A pesar de su realidad, sonríe y agradece el tener a la más vieja de sus hijas con vida, Marcelina de 67 años, quien está pendiente de él todos los días, sin desampararlo.
Experiencias dolorosas
Sus hijas murieron jóvenes. En una conversación con elCaribe, relató lo que sintió con la muerte de María Celeste Ortiz. Con tan sólo 23 años murió de una cirrosis hepática el 12 de octubre de 1979. Durante tres días, estuvo interna. “Una joven me pregunta: ¿cómo usted la ve?, le dije no quiero decirte. En ese momento interrumpe la enfermera y dice: “la veo mejor”. Le respondí, su situación no me engaña. Mi hija está muriendo, está agonizando”, relató.
Lamentablemente María Celeste no sobrevivió. Su entierro fue en un día lluvioso, el cual reflejaba cuán triste estaba por la pérdida de una de sus hijas.
Sintió mucho dolor, pero con el tiempo fue disminuyendo. Por otro lado, la tragedia seguía acechando. Al poco tiempo, otra de sus hijas perdió la vida, pero a manos de un hombre que estaba obsesionado con ella. “Máxima era militar y tenía 24 años al momento de su muerte. Había un señor enamorado de ella. Él le insistió mucho para que le diera una oportunidad en su vida, lo que Máxima nunca hizo”, compartió Juan.
Era un sábado tranquilo, sin indicios de que algo malo se aproximaba, “en la noche cuando Máxima llegó de hacer servicio militar, el señor irrumpió en su casa y le arrebató la vida dándole un tiro. Él se suicidó en el acto”.
Una vecina le dice que su hija Máxima estaba grave, pero que aún se encontraba en la casa, sin decirle los motivos. Esta información lo puso en alerta roja. “¿Que está grave y que está en su casa?” Fue su respuesta, considerando que su hija no estaba con vida.
Al llegar a su residencia, los gritos le confirmaron lo que temía. Fue una noche empañada de mucho sufrimiento. “En su velorio la toqué por última vez”, dijo Juan. Su corazón volvió a experimentar el dolor por la pérdida de un hijo. Pensaba que otra tragedia no podía tocar su puerta. Había sufrido dos y era suficiente.
Llegaron los 90. Esta vez perdió a Juana M. “Jingo” Ortiz, de 23 años. “Llegó un momento en el que no me reconocía. Después cayó en cama”,expesó. Todos los recuerdos de María Celeste y Máxima le pasaron por su cabeza y le invadieron los pensamientos de que con ‘Jingo’ pasaría lo mismo. Su intuición no se equivocó. Ella murió, y no encontraron la causa del deceso.
Su apego con Rosaura “Charito” y su despedida
Rosaura “Charito” Ortiz, era la más pequeña (nació el 1 de agosto, mismo día que su padre, pero de 1976). Desde que tenía 12 años quiso vivir con su papá. Siempre fue apegada a él. “Me atendía en mis momentos de achaques. Se preocupaba porque me alimentara y por mi salud. Siempre estaba junto a mí. Nunca nos separamos. No obstante, a ella le faltó salud. Le diagnosticaron con cáncer”, manifestó tristemente Juan, quien reside en Buenos Aires de Herrera.
Aunque Juan le daba consuelo, la depresión también la acompañó durante su batalla contra esta enfermedad. Lamentablemente, en el 2017, el cáncer le ganó la batalla, dejando en la orfandad a tres varones y una hembra.
Aunque Juan ha sufrido muchos golpes bajos, al ver a sus hijas y otros seres queridos partir, se define como un hombre fuerte y con muchos deseos de seguir viviendo. “Dicen que los hijos son los que deben ver partir sus padres, no al contrario, y a mí me tocó vivirlo. A mí me hacen falta mis hijas”, resaltó.
Con Juan vive uno de sus nietos, hijo de Charito, quien lo acompaña, alivianando sus momentos de soledad. Además, agradece el contar con su hija Marcelina, a quien define como una buena hija.