Fuerzas de seguridad iraquíes con máscaras y ropa negra civil abrieron fuego el martes contra los manifestantes en la ciudad sagrada chiita de Karbala, matando a 18 personas e hiriendo a cientos, según fuentes de seguridad, en uno de los ataques más mortales desde el inicio de las protestas este mes.
El ataque, que ocurrió antes del amanecer, se produjo cuando los iraquíes empezaban a tomar las calles por quinto día consecutivo para protestar por la corrupción del gobierno, la falta de servicios y otros problemas.
Las protestas, sin líderes claros y en gran parte espontáneas, fueron recibidas con balas y gas lacrimógeno desde el primer día.
Sin contar las nuevas víctimas en Karbala, al menos 72 manifestantes han muerto desde que se reanudaron las protestas contra el gobierno el viernes. Otros 149 murieron en otra oleada de marchas este mes.
Más de 800 personas resultaron heridas en el ataque del martes en Karbala, una de las ciudades más sagradas del chiismo y sede del ritual del Ashura, según un funcionario.
El ataque ocurrió en la Plaza Educación de Karbala, a unos dos kilómetros del Santuario al Imán Hussein, donde los manifestantes habían levantado carpas para su sentada. Todos los funcionarios hablaron bajo condición de anonimato, cumpliendo con normas internas.
Cientos de personas estaban en el campamento cuando los agresores empezaron a disparar munición real desde un auto en marcha hacia la gente, según un testigo.
Entonces llegaron varios hombres enmascarados y vestidos de negro, que empezaron a disparar a los manifestantes, añadió el testigo, que habló bajo condición de anonimato temiendo por su seguridad. Varias tiendas ardieron, provocando un incendio, añadió.
Karbala, como otras ciudades en la zona sur de Irak, ha registrado una oleada de manifestaciones contra el gobierno que a menudo han terminado en violencia, con disparos de las fuerzas de seguridad y activistas prendiendo fuego a edificios del gobierno y sedes de milicias respaldadas por Irán, que en varias ocasiones han sido acusadas de llevar adelante la represión más brutal de los manifestantes.
Las manifestaciones se ven impulsadas por el descontento con la corrupción, el estancamiento económico y los malos servicios públicos.
Pese a su gran riqueza petrolera, Irak sufre un alto desempleo y unas infraestructuras ruinosas, con frecuentes apagones que obligan a muchos a depender de generadores particulares.
Las protestas han crecido y los manifestantes piden ahora cambios generalizados, y no solo la renuncia del gobierno. El primer ministro de Irak, Adel Abdel-Mahdi, ha prometido reestructurar el gobierno y un paquete de reformas, que los manifestantes ya han rechazado.