
Fue en mi primer viaje al país. Cierto día, Clary Pérez, quién servía en la congregación local de lenguage de señas me invitó a un estudio sordo que tenía. Al terminar, me dice, que iríamos a un velorio de la madre de alguien que conocía. Al llegar a la funeraria, todo se veía bastante tranquilo, pero en ese preciso momento deciden llevarse al muerto. Todo era confuso, sólo recuerdo que las mujeres decían "guay, guay, guay" y se desmayaban. Yo entendía que se preguntaban "why?" en inglés; así que deduje que la familia de la fenecida era gringa. Al salir de la funeraria colocaron el féretro en el carro fúnebre. Mientras se dirigía a paso de tortuga al sepelio le seguía pie toda la multitud, precedida de la patrulla motorizada que se encargaba de recojer a las mujeres que se "ponían malas" en el camino. Grande fue la impresión que causó semejante escena en mi joven mente. Sin embargo, no sería la única vez que presenciaría un acontecimiento como éste.

No me bastó lo que vi en esa ocasión, para no regresar a semejantes exequias. Dos años después ya mudado al país muere el abuelo de alguien conocido. Asistí para "cumplir" como deber cultural. Al llegar, veo un ambiente más calmado y sosegado. Me senté en una posición estratégica para observar todo lo que ocurría. Al rato, llega una de las hijas del muerto. Muy serena y tranquila se encontraba, pasivamente y sentada conversaba. De pronto, llega un familiar que la abraza por la espalda. Creo que fue el botón de pánico que le presionó, porque le comenzó una descontrolada aflicción. Tanta fue su congoja que mientras aún estaba sentada un desmayo le sucedió. Yo, con mi experiencia medica aficionada voy a examinar si se trataba de un desmayo o si el muerto se duplicó. Al palparle la yugular siento un debil pero presente latido. Confirmando mis sospechas de que se trataba de un simple desmayo, ordeno a que tranquilamente se le levanten las piernas. De esta manera ayudaba a aumentar su presión sanguínea. Todo transcurria en orden y calma, hasta que llegó la noticia a los oidos de la madrina. "La doña se puso mala" le decían. A mala hora se enteró. De repente, despavorida salió la madrina de la casa, con alcoholado y hojas de guanábana en mano. Yo aún le sugetaba la mano a la desmayada y trataba de que le dieran espacio para que el aliento le recobrara. En vano resultaron mis esfuerzos. Pasándole alcoholado por la frente y hojas de guanábana por los pies la madrina decía: "¡Te ordeno que salgas de ella! ¡Que dejes salir esa tristeza!". La doña balbuceaba hasta que dejó salir un grito estruendoso y comenzó a retorcerse. Lo triste de la situación no era el caos del todo, era que mi pobre mano la tenia agarrada aún la doña. Solo les digo que por poco pierdo la mano retorcida. En un punto no se sabia quien gritaba más, la doña en su asunto o yo en mi dolor. Almenos nadie resultó herido. Solo terminé yo con un buen susto y mi ego médico averiado.

En fin, de las experiencias aprendí varias cosas. Primero, aprendí a visitar un velorio luego del noveno día. Segundo, a nunca preguntar quién era el muerto a alguien que ya está tranquilo. Esto ocasionará un efecto dominó de gritos imparables. Tercero, aprendí que cuando gritan "guay" no están reclamando "why? (¿porqué?)" en inglés. Simplemente es una expresión de dolor o asombro. Cuarto, aprendí a dejar que las cosas fluyan y a no creerme médico cuando la madrina está presente con el alcoholado y las hojas de guanábanas. Y quinto mi madre aprendió a no pasar con la guagua por debajo de una lona fúnebre a menos que quieras llevartela enredada en la capota y profanar las exequias.
