Dos noticias vinculadas con el cine ocuparon los principales espacios de la prensa nacional el presente fin de semana. Ambas conmocionaron el país. Hacía rato que el cine era solo asunto de “leones” y comedias de mala muerte, pero ahora se impuso el cine dominicano de verdad.
La primera noticia fue triste, y conmovió a miles de personas que disfrutaban sus obras. La muerte de René Fortunato, ocurrida en la madrugada del viernes en un centro hospitalario de la capital y creador de la empresa “Videocine Palau”. Fortunato fue un fiel expositor de nuestra historia política más reciente. Hombre de bien, decente, investigador minucioso y atento a todos los sucesoss del país dejó mudo un legado imborrable.
La segunda noticia fue un acto de dominicanidad convocado por el laureado cineasta José María Cabral para reunir civilizadamente a los dominicanos sensibles frente al Jardín Botánico de la capital para protestar la decisión del gobierno de reducir algunas zonas de ese enclavado natural para construir una autopista y descongestionar el tránsito vehicular.
Cabral dio en el blanco porque desde tempranas horas de mañana de este domingo 2 de julio, más de un millar de personas se involucró en una red humana frente al referido jardín para expresar su descontento con la decisión del Ministro de Medio Ambiente de reducir algunas áreas de ese enclavado.
Junto al público que asistió de corazón se reunieron algunos políticos de los partidos de la oposición. Y llamó la atención la inasistencia de autoridades del actual gobierno y del Ayuntamiento de la capital.
La convocatoria de hoy no provino de un determinado partido de oposición, sino de un destacado cineasta dominicano, ganador de varias distinciones internacionales, cuyo trabajo es seguido de cerca y admirado sobre todo por la gran masa de jóvenes de nuestro país.
Al coro de “El Jardín Botánico no se toca”, cientos de autos que transitaban por el lugar comenzaron a sonar los claxons en apoyo a la convocatoria.
Desde algún lugar del espacio, René Fortunato debió estar aplaudiendo la convocatoria y su voz, se fundía con el coro de los asistentes, coreando consignas en favor de la integridad de esa venerada plaza ubicada en el mismo corazón de Santo Domingo.