El precio del petróleo se ha disparado en los últimos días. El ataque con drones a dos refinerías ha provocado un parón en la producción de Arabia Saudí. Y a menor oferta, los precios suben si se mantiene la demanda. La previsible respuesta militar de Estados Unidos no augura que la estabilidad vuelva a la zona.
De manera que, cuando se recupera la producción, los precios seguirán altos como consecuencia de las malas expectativas. Veremos cuánto tiempo se tarda en trasladar al bolsillo de los consumidores, en el precio de la gasolina o el gasoil, de la electricidad y del gas. Todo indica que irán al alza.
Tendremos un repunte de la inflación, algo de lo que nos hemos librado en los años de salida de la crisis gracias al nivel bajo del precio del crudo. Y aunque algunos economistas consideran que un alza en los precios podría resultar uno de los estímulos que la economía necesita, muchos hogares no podrían soportar ahora un incremento en estos gastos básicos.
Esta inestabilidad coyuntural se entremezcla con un desajuste más de fondo. Nuestras economías pivotan sobre los combustibles fósiles. Mejor dicho sobre su precio asequible. En la crisis de 1973, los países productores, conscientes de que vendían un patrimonio natural que un día se acabarían, decidieron encarecer los precios.
Occidente tembló. Y, desde entonces, sobrevuela en el ambiente la posibilidad, necesidad o amenaza de usar energías "alternativas" al petróleo. Hasta ahora, lo único que se ha conseguido es absorber una parte del crecimiento de la demanda global con los parques eólicos o solares.
Nos acercamos a un punto en que esa guerra va a librar su batalla decisiva. La irrupción de los coches eléctricos -un mercado al que ya se han lanzado todas las grandes marcas- significa en la práctica el intento más serio de sustitución de los combustibles fósiles siempre y cuando la producción de electricidad se haga con energías verdes.
El aumento del precio de la gasolina puede ser un incentivo para que los consumidores opten en masa a ese tipo de vehículos. Igual estamos ante un cambio más estructural de lo que parece.