El británico Alex Beard siempre quiso ser profesor. Pero no uno cualquiera. Él quería ser el Robin Williams de 'El club de los poetas muertos', un maestro luminoso y capaz de contagiar entusiasmo por el aprendizaje. No lo consiguió. Dejó las aulas y se dedicó a recorrer el mundo en busca de ‘Otras formas de aprender’. Ese es, precisamente, el título de su nuevo libro (editado por Plataforma Actual), un ensayo sobre qué funciona en educación y por qué.
-¿Qué virtud destacaría del profesor de 'El club de los poetas muertos'? Me recuerda a los que yo tuve en mi colegio de secundaria, que era algo así como la escuela Hogwarts de Harry Potter. Eran profesores exigentes pero inspiradores. Contaban historias. Yo quise ser como ellos.
– Pero admite que fracasó. ¿Por qué? Porque me di cuenta de que mis estudiantes eran muy diferentes a los de mi época. Sabían varios idiomas, usaban teléfonos móviles y otras tecnologías. Sin embargo, los métodos en clase eran los antiguos. Creo en la revolución del aprendizaje, pero yo no formaba parte de ella.
– Se ha recorrido el mundo y ha visto de todo, desde las fábricas de exámenes de Seúl, hasta profesores excelentes finlandeses o estudiantes brillantes en Inglaterra. Afirma que estamos en el umbral de una revolución en nuestra forma de aprender. ¿Peca de optimismo? Puede que sí, pero tenemos que creer en esa revolución. He visto que era posible. Hoy sabemos mucho sobre el funcionamiento del cerebro, sabemos de psicología, tenemos internet y la inteligencia artificial. En mi recorrido por diferentes escuelas he visto que ya hay colegios donde están poniendo en marcha esa revolución.
– Muchas de esas iniciativas implica integrar la tecnología en las aulas. En España estamos en pleno debate por el uso del móvil en clase. ¿Los prohibiría?
Sí, pero no. Me explico. La gente que crea los 'smartphone' son doctores en inteligencia, genios cualificados que no quieren que aprendamos matemáticas o idiomas sino que pasemos mucho tiempo en Facebook o WhatsApp. Con un móvil en la mano tenemos la posibilidad de entrar en Youtube a ver cualquier cosa absurda o aprender algo interesante. Hace falta un control sobrehumano para no hacer lo primero. Es importante que los chavales aprendan a usar las herramientas con el objetivo de fomentar su creatividad. Es necesario darle un buen uso a la tecnología. Es posible hacerlo. En California y en Finlandia lo hacen. Los alumnos realizan vídeos sobre algo que han aprendido o reseñas audiovisuales.
– Es casi imposible tener un sistema educativo si cada vez que hay un Gobierno nuevo cambian las leyes, que es lo que sucede en España. Los políticos deberían alejar sus manos de la educación. Es un terreno de padres, profesores y expertos.
– “La educación de nuestros hijos es la empresa más importante de nuestra especie”, afirma en el libro dejando claro la altísima responsabilidad de los padres y las madres. Vivimos en un mundo en que todo se acaba. Lo único que es ilimitado es el potencial humano para aprender. Saquemos el máximo partido de ello. Los padres son una de las partes más importantes del aprendizaje, mucho más que la escuela y los profesores. Son los primeros que tienen que ayudar a que sus hijos encuentren el amor por el aprendizaje. Los niños nacen con la capacidad natural de aprender y son como pequeños científicos. Para ayudarlos hay que hacer varias cosas: cuidarles, jugar y que se apasionen por algo. También es importante la comunicación: hablar con ellos lo máximo y escucharles lo máximo. Es vital hacerles sentir parte del mundo.
– ¿Qué hacemos con los ninis, jóvenes que ni estudian ni trabajan? La gente joven no es estúpida. Pero si no les apasiona ni estudiar ni ningún oficio, lo que deberíamos hacer es cambiar el sistema. Parece difícil, pero hay escuelas, por ejemplo, que basan su día a día en el cambio climático o en los robots y la inteligencia artificial. Sin embargo, el panorama que nos encontramos es una estructura escolar demasiado enfocada en los exámenes. Es un éxito aprobarlos y un fracaso suspenderlos.
– ¿Hay que eliminar los exámenes? Lo que habría que hacer es cambiar de forma radical la forma de evaluar a los estudiantes. En Finlandia, el sistema de evaluación no implica tanta presión. Se les evalúa los conocimientos, pero también otras muchas cosas, como las habilidades o la empatía. A ningún estudiante le ponen en un ranking. En un colegio de Londres se centran en la inteligencia emocional y estudian cada día las emociones.
– Vale, pero también hay que estudiar historia, apender matemáticas, leer libros, ¿no? Sí, claro. Hoy en día es fácil suponer que como tenemos Google ya no necesitamos conocimientos. Pero es algo fundamental y necesario para desarrollar el pensamiento crítico.
– “Los educadores educan a otros para el futuro pero son reacios a aceptar la nuevo”, critica en el libro. Los profesores están haciendo ya un gran trabajo, inspiran a sus alumnos el amor por el aprendizaje y les invitan a hacerse preguntas. Los mejores maestros son los que saben cómo está cambiando el mundo. Son los que sienten pasión por su trabajo y tienen conocimientos de psicología para poder tratar a sus alumnos. Para hacer todo esto posible hay que cambiar su formación, su carrera universitaria. Los profesores necesitan mucho más tiempo para aprender.