No es solo la enfermedad que atrapó a Donald Trump, es el costo político que produce para el oficialismo, en el peor momento que estalló esta notable novedad a cuatro semanas de las elecciones del 3 de noviembre.
La imagen del demócrata Joe Biden, atildado, con distancia, brindando un discurso de campaña en Oklahoma, mientras el mandatario, esta vez con barbijo, descendía del helicóptero para hospitalizarse, configuraba la síntesis perfecta del giro en el escenario político.
Lo que emanaba esa escena, una construcción inmediata, premeditada, tras la noticia, era la presencia de un adulto en el cuarto, el mismo juego estratégico que movió Biden en el debate con Trump del último martes, en el cual el demócrata buscó exponer al tipo serio frente a un irresponsable caprichoso.
Quienes se esmeraron inútilmente en buscar un ganador o un perdedor en ese desordenado intercambio, perdieron de vista lo que se intentaba exponer más allá del griterío. A Trump solo le había quedado la descripción insistente de amontonar a su rival y a la oposición en un absurdo rincón de ultraizquierda, un discurso para una base fiel que no necesita convencerse.
Pero entre la amplia franja de moderados, semejante caracterización es de una enorme precariedad. Barack Obama había elegido en su momento a Biden para acompañarlo en la vicepresidencia, un conservador histórico, como una señal de tranquilidad para los mercados.
Ese vínculo con el poder económico se mantiene. El postulante opositor ha estado recaudando muchos más fondos de las corporaciones financieras y empresariales, el vértice del sistema, que el propio presidente. Un detalle sobre lo que le interesa al sistema.
Un juego sin piedad
En los movimientos de Biden hay toda una arquitectura de su equipo estratégico que la enfermedad del mandatario no ha detenido. No debe esperarse piedad en estos juegos. Los demócratas buscarán aprovechar la notable oportunidad que acaban de conseguir para buscar el golpe definitivo.
En ese contexto deben inscribirse mensajes como el que Biden anotó sobre las desventuras de su adversario. “Este no puede ser un momento partidista. Debe ser un momento estadounidense. Tenemos que unirnos como nación”, escribió el demócrata tras desear una pronta recuperación a Trump y su mujer.
Es el mismo tipo de texto, como líneas cuidadosamente armadas de un guión, que esgrimió en el debate, mirando a cámara, cuando el magnate en uno de sus peores momentos, se lanzó sobre la familia de Biden: “No es sobre nosotros, es sobre las familias de ustedes”, afirmó el ex vicepresidente hablándoles a los norteamericanos.
Campaña acelerada
Ese aparato de campaña está ahora doblemente acelerado. Veremos en estos días de incertidumbre, una multiplicación de imágenes marcando las diferencias. Con los estrategas de Biden jugando con la seriedad de un candidato que se manejó desde los sótanos de su casa por respeto a una pandemia que mató a 200 mil norteamericanos y que al ignorar su amenaza, dejó expuesto en su debilidad al mandatario. Esas serán las consignas que repicarán aun con cierta sutileza que derrumben especialmente la amenaza del mandatario de denunciar un fraude en las elecciones y judicializar el comicio.
Esa perspectiva sombría no sobreviviría si las diferencias en las urnas son lo suficientemente rotundas.
Es un juego que tiene algunos puntos de riesgo, sin embargo. En caso de que el presidente, tras los días de cuidado en el hospital, logre recuperarse, volverá como una tromba afirmándose en que la enfermedad no pudo con él.
En el mismo molde que intentó el británico Boris Johnson cuando el Covid 19 lo llevó a una sala de terapia intensiva o el brasileño Jair Bolsonaro, quien pasó su enfermedad paseándose en motocicleta y saludando a sus partidarios en Brasilia. Ambos crecieron en las encuestas después de que los atacó el coronavirus.
La elección, de todos modos, ya venía complicada para los republicanos. Trump está por debajo de Biden en el voto nacional, que tiene relativa importancia por el sistema indirecto que rige en Estados Unidos.
Pero los demócratas también contaban con diferencias a su favor, aunque menores o igualdad, en gran parte del puñado de estados que son los que definen el comicio, Florida, Wisconsin, Michigan o Pennsylvania.
Este 3 de octubre, a un exacto mes de la votación y justamente después de las novedades que sacudieron al país y a la elección, el análisis que realiza la revista The Economist con una simulación permanente del Colegio Electoral, indicaba que Biden contaba en perspectiva con 335 delegados sobre 204 de Trump. Se requieren 270 manos alzadas para ganar la Casa Blanca. No es definitivo, solo un GPS del ánimo probable de los electores que conviene observar con atención.