Por Rubén Moreta
A partir del 12 de octubre de 1492 se inició un nuevo proceso de interrelación social en el mundo occidental que globaliza e impone la dominación de la cultura europea.
La llegada de los europeos al nuevo mundo devino en saqueo, matanza y desculturación, con el aval del catolicismo cristiano, ya que la colonización se fundamentó en la lógica de la “evangelización” de los nativos.
Más de nueve millones de aborígenes murieron en nuestro continente durante el cruel proceso de expugnación. En el caso de nuestra isla, en menos de una centuria se produjo el exterminio de la totalidad de los nativos. Por eso, el 12 de octubre evoca el dolor lacerante, el recuerdo del horror, la huella de la sangre del genocidio y agujero oscuro barrenado por los invasores europeos en tierras americanas durante su frenesí mercantilista.
¿Cómo se gesta la desculturación? El final del siglo XV es un período de aventuras marítimas de las naciones europeas, buscando una nueva ruta oceánica para el comercio con los pueblos del oriente, en especial la India y China. El comercio en el Mar Mediterráneo se había deteriorado por la toma y control otomano de la ciudad de Constantinopla, lo que atemorizó a los mercaderes occidentales cristianos para proseguir el intercambio mercantil por esa vía. Portugal comenzó la aventura interoceánica con Bartolomé Díaz, quien en el 1487 inició una empresa para rodear todo el este y oeste de África y demostrar la factibilidad de una ruta mercantil euroasiática, recorriendo el Océano Atlántico, pasando por el Océano Indico, hasta lograr llegar a los pueblos orientales, especialmente a la India.
España, poniendo al mando a un marinero aventurero genovés, queriendo establecer su propia ruta a la India, navegando en el Atlántico hacia el oeste, llegó a tierras desconocidas, no exploradas por los europeos, y que poseían una inmensa riqueza de oro, plata, alimentos novedosos y muchos seres humanos para explotar bajo el pretexto de su evangelización.
En el “nuevo” continente existían sociedades antiquísimas, políticamente muy bien organizadas y culturalmente bien delineadas y definidas, como la azteca, maya e inca, y culturas en franco proceso de evolución como todas las del arco antillano, que aunque ágrafas, exhibían formas adelantadas de convivencia, tecnología, arte y cultura.
En el caso de la Isla la Española, la conquista de los nuevos territorios no le resultó difícil a los españoles por su superioridad armamentista, por el galope de sus caballos, cuyo sonido atemorizaba y enloquecía a los nativos y por las enfermedades que trajeron, de las cuales los locales carecían de anticuerpos.
A su llegada, los colonialistas fueron confundidos con dioses. En la Isla La Española, epicentro del proceso de conquista continental, el Cacique Guacanagarix creyó que los invasores despiadados eran divinidades enviados por los cielos. En México, al barbudo Hernán Cortes lo creyeron el Dios Quetzalcóatl, y por eso lo recibieron amistosamente.
Francisco Pizarro en Sudamérica cometió todo tipo de tropelías, incluso al rey inca Atahualpa lo apresó e hizo que como rescate, les llenara de oro una sala de treinta metros cuadrados. Hecho esto, no tuvo piedad y mató a garrotazos al monarca inca. Luego usó a los Reyes Tucpa Huallpa y Manco Inca en su despropósito, logrando el último luego escapársele y resistirlo.
Tenemos que colegir que no se trató de ningún descubrimiento, sino de un encuentro de culturas, que por el uso de la fuerza la cultura europea fue impuesta. Quiere decir que este 12 de octubre conmemoramos el inicio del más cruel genocidio en las tierras nombradas americanas.
El autor es Profesor UASD.