“Sin justicia no hay paz. ¡No a la policía racista!”
Esa exigencia, coreada, ha retumbado en las calles de todo Estados Unidos durante semanas de manifestaciones que han dejado algo bien claro: la policía estadounidense enfrenta una crisis de legitimidad. Y las consecuencias van mucho más allá de la misma labor policial.
Quienes están decididos a reconstruir las fuerzas del orden público para reparar décadas de injusticia racial, harían bien en voltear a mirar las experiencias de otros países que han luchado con ese mismo desafío. Lo mismo aplica para quienes insisten en que no hay un problema que solucionar.
De muchas maneras, este momento, arraigado en siglos de supremacía blanca y alimentado por la salvaje polarización política de los últimos años, no podría ser más estadounidense. Sin embargo, existen otros precedentes, y casi todos son de países donde las prácticas sistemáticas de brutalidad policial han sido utilizadas para mantener a una minoría privilegiada en el poder.
La conclusión que ha quedado en evidencia en las calles del país es que el patrullaje en Estados Unidos está coartando los derechos de muchos de sus ciudadanos, y está convirtiendo en mentira la promesa constitucional de la igualdad de protección ante la ley.
La intensidad de la violencia policial en Estados Unidos, el hecho de que recae desproporcionadamente sobre la población negra y otras minorías fuertemente vigiladas, y la continua impunidad de los agentes policiales que cometen las transgresiones, la cual ha institucionalizado el abuso, son un difícil desafío para la democracia estadounidense.
“Para estas comunidades, la policía es la manera en la que interpretan la democracia estadounidense “, afirmó Vesla Weaver, politóloga de la Universidad Johns Hopkins, quien estudia la labor policial y la legitimidad democrática en Estados Unidos. “Establecen vínculos desde sus experiencias con la policía hacia cuán robusta es su ciudadanía democrática”.
Y aunque las comunidades pobres son las más afectadas por la violencia policial, los afroestadounidenses de todas las clases sociales siguen viviendo bajo su sombra.
“Aquí en mi casa en Cambridge, sin policías dentro de mi hogar, sigo pensando en eso”, afirmó Megan Ming Francis, profesora adjunta de la Universidad de Washington y profesora asociada visitante en Harvard actualmente.