Redacción Digital
Para el ex pelotero de Grandes Ligas David Ortiz la noche que le dispararon (9 de junio) se aloja en su memoria como un momento cuyas causas nunca comprendió del todo pero cuyos resultados cambiarían su vida para siempre.
"Todo sucedió tan rápido que parecía que no había sucedido", rememoró el astro del béisbol durante una entrevista con el periódico The Boston Globe, sobre los sucesos que le siguieron a la noche en que fue herido de un disparo mientras se encontraba en un centro de diversión nocturno en Santo Domingo Este.
Tras ser ingresado esa misma noche en en la clínica Abel González, donde le extirparían la vesícula y parte de los intestinos, Ortiz fue trasladado al Massachusetts General Hospital en el cual lo operaron nuevamente para evaluar el daño y la calidad de la primera cirugía.
Tres semanas después de esa segunda cirugía, Ortiz se vio afligido por una infección bacteriana aguda que comprometía gravemente su sistema digestivo, y por la que tendría que ser operado por tercera vez.
"Fue muy peligroso. Llegué al punto en que comencé a perder la esperanza", expresó el Big Papi sobre esa tercera intervención quirúrgica.
"La gente necesita entender, esta no es una película en la que te disparan en la calle y vuelves dos minutos después. No, me dispararon y casi muero. Solo tengo una vida para vivir. No puedo ir a la farmacia y comprar otra ".
La operación fue un éxito, pero tras esta Ortiz no podía tragar nada a excepción de gelatina y pequeños trozos de fruta que con regularidad vomitaba, por lo que el ex beisbolista comenzó a prepararse para la posibilidad de verse permanentemente deshabilitado.
"Tenía pesadillas todo el tiempo acerca de estar en el desierto, buscando agua. Me despertaba con la boca seca y sentía que iba a morir".
Pero como él mismo cuenta, a los pocos días de esa operación despertó para encontrarse a su hermana, Albania, sentada junto a su cama, con la Biblia abierta en su regazo, pidiendo ayuda a Dios.
“Después de ese día, todo fue diferente", cuenta Ortiz al diario de EEUU.
A los pocos días, Ortiz, quien entonces sólo podía alimentarse a través de vías intravenosas y había perdido 40 libras, comenzó a mejor. El 22 de julio, casi siete semanas después de que le dispararan, retuvo la comida por primera vez: una taza de sopa.
Al poco tiempo Ortiz regresó a su casa en las afueras de Boston, comenzando la siguiente fase de su recuperación comenzando a caminar nuevamente.