Oniel Sánchez Rosario de siete años, Isaac Azcona de cinco meses y Rainier Cadette Tiburcio de 21 son los rostros que representan a tres instituciones que, a través de las recaudaciones del Árbol de la Esperanza, buscan cambiar la vida de personas que, al igual que ellos, tratan de romper las barreras de las limitaciones, a pesar de sus condiciones de salud.
Oniel tiene microcefalia, su capacidad de movimiento es limitada; Isaac nació con labio y/o paladar hendido; una cirugía para corregir esta condición cuesta alrededor de 2,200 dólares y Rainier fue diagnosticado a los 9 años con diabetes tipo 1, por lo que desde entonces ha tenido que aprender a adoptar una serie de cuidados rigurosos para su salud, dentro de ellos un sensor colocado en su brazo que le permite medir la cantidad de azúcar en su sangre, pero el mismo tiene que cambiarse cada 14 días por un costo que va de 4,000 a 20,000 pesos.
Claro que sus condiciones no han impedido que continúen sonriéndole a la vida. En el caso de Isaac, el más pequeño de los tres, ni su obturador detiene su alegría, y al jugar con él sus labios e ingenio angelical se unen para formar esta expresión de agrado.
Sin embargo, con la finalidad de que ellos puedan alcanzar una mejor calidad de vida, sus madres se acercaron a fundaciones como Operación Sonrisa, Nido para Ángeles y Aprendiendo a vivir. Allí les abrieron las puertas para ayudarlas a comprender la realidad de sus pequeños, quienes hoy aguardan por una oportunidad de cambio.
“Faltan algunas evaluaciones que se van a hacer a fin de este mes y principio del siguiente y estas terminarían de confirmar que el niño va para cirugía. Hasta ahora todo el visto ha sido bueno”, cuenta Noemí Jiménez, madre de Isaac.
El niño ha estado “desde el día 0” dentro de la Fundación Operación Sonrisa y fue ahí donde Noemí aprendió a cómo alimentar a su bebé.
Wilfredo Tavares, director ejecutivo de la institución, comenta que el centro tiene poca visibilidad, por lo que no todo el mundo sabe de la labor que realizan, lo que los ha llevado a tener que salir a buscar a los pacientes que al igual que Isaac requieren este tipo de atenciones.
Buen balance
Con 34 jornadas de cirugías realizadas en el tiempo que llevan operando, y una próxima a iniciarse este año en el Hospital Marcelino Vélez, que impactarán la vida de 62 pacientes en una primera intervención, las donaciones que logren captar a través del Árbol de la Esperanza servirán para crear un laboratorio donde se construyen obturadores, que es un aparato que se coloca en el labio del paciente para ayudar a cerrar la fisura y que la operación sea menos invasiva.
En cambio, Nido para Ángeles fue la fundación que desde un primer momento transformó la vida de Oniel Sánchez Rosario y su madre Wendy Rosario, proveyendoles una silla de ruedas para ayudar en su desplazamiento y postura, además de una serie de terapias enfocadas en mejorar su condición de vida.
“Ahora mismo el niño está más atento, responde, aunque no verbalmente. Tiene más interacción con el ambiente, mejoró en sus movimientos porque llegó muy rígido y con las terapias el niño se ha desenvuelto más a nivel de movilidad”, narra su madre.
Nido para Ángeles es una organización que trabaja con niños que tienen parálisis cerebral. Su matrícula de pacientes es de poco más de 200 y sus representantes afirman que “los lugares donde se puede atender esta clase de niños son muy pocos aquí en el país”.
Mientras que Aprendiendo a Vivir fue la fundación que desde los 10 años le brindó apoyo a Rainier Cadette Tiburcio, quien pasó de ser beneficiario a voluntario dentro de la institución, pues busca mostrarle a los demás que se puede vivir una vida normal aún con diabetes.