A consecuencia de la pandemia, cerca de 6,7 millones de niños sufren niveles de desnutrición potencialmente mortales. Naciones Unidas advierte que los bloqueos y los estragos en las economías podrían llevar a la muerte a 10.000 niños cada mes durante el primer año de la emergencia.
En todo el mundo, las restricciones impuestas por el nuevo coronavirus están llevando al límite a comunidades que ya padecían desnutrición antes de la pandemia. La crisis sanitaria ha bloqueado economías, cortado cadenas de suministro y aislado a pueblos enteros de la ayuda médica y alimentaria.
Con este escenario, el hambre relacionada con los impactos de la pandemia podría desencadenar la muerte de 10.000 niños al mes mes durante el primer año de la emergencia, según alerta la Organización de las Naciones Unidas señalando un estudio publicado por la revista 'The Lancet'.
Además, la ONU resalta que cada mes otros 550.000 niños están sufriendo de emaciación, "una forma de desnutrición potencialmente mortal" que podría alcanzar niveles aún no vistos en este milenio, según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, Unicef.
El número de menores con emaciación ha aumentado en 6,7 millones respecto a los 47 millones de niños que ya sufrían ese flagelo en 2019. La ONU advierte que el desgaste y el retraso del crecimiento pueden afectar de manera permanente a los menores tanto física como mentalmente y que esto podría marcar a toda una generación.
La crisis venezolana, uno de los principales focos de hambruna en América Latina
El problema trasciende fronteras. En América Latina, el sur de Asia y África subsahariana, se concentran la mayor parte de las familias que atraviesan por la dolorosa situación y la mayor parte de los 128.000 niños que según los cálculos de Naciones Unidas podrían morir en el primer año de la pandemia por hambre.
Ya en abril, el director del Programa Mundial de Alimentos, David Beasley, advirtió que los estragos en la economía causaría hambrunas globales "de proporciones bíblicas".
A nivel regional, la entidad estimó en febrero que una de cada tres personas en Venezuela sufría hambre, en medio de una creciente inflación que hace imposible comprar alimentos.
A la crisis de alimentación que había antes de la pandemia se suma la llegada de decenas de miles de venezolanos que habían emigrado a otros países y decidieron regresar por falta de trabajo en el exterior. Muchos de los niños migrantes realizan largos viajes de regreso desde Colombia, Ecuador o Perú, donde en muchos casos ya sufrían desnutrición.
"Todos los días recibimos un niño desnutrido", dijo el doctor Francisco Nieto, quien trabaja en un hospital en el estado fronterizo de Táchira. El experto agregó que se ven "niños que no hemos visto en mucho tiempo en Venezuela", aludiendo otras crisis de hambruna.
"Más que el dinero, las restricciones a la circulación deben aliviarse"
La Organización Mundial de la Salud, Unicef, el Programa Mundial de Alimentos y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, han hecho un llamado internacional para lograr reunir de manera urgente cerca de 2.4000 millones de dólares para afrontar la hambruna
Pero incluso, más que el dinero, piden levantar las restricciones a la circulación para que las familias y los niños puedan ser atendidos por médicos:
"Al interrumpir los servicios de atención primaria de salud, al hacer que los programas nutricionales sean disfuncionales, también estamos creando daños", asegura Víctor Aguayo, jefe del programa de nutrición de Unicef, quien destaca la suspensión de los programas de suministro de vitamina A en algunos países, cruciales para el desarrollo del sistema inmunológico en poblaciones con desnutrición.
Uno de los países más afectados en ese sentido es Afganistán, donde las restricciones de circulación impiden a muchos niños en desnutrición el acceso a los servicios de salud, en los que podrían obtener alimentos. En el hospital Indira Gandhi de la ciudad de Kabul solo han sido asistidos cuatro niños desnutridos, según informó el especialista Nematullah Amiri a la agencia de noticias AP.
La situación también se ve en Yemen, donde según la Red de Sistemas de Alerta Temprana de Hambruna, la población se encuentra al borde de afrontar ese problema de forma generalizada. Un informe de Unicef alerta que el número de niños desnutridos en el país podría alcanzar los 2,4 millones para fin de año, un aumento del 20% respecto al año anterior.
En Burkina Faso uno de cada cinco niños padece desnutrición crónica
Varios países africanos enfrentan también una desnutrición generalizada. A causa de las restricciones y la falta de trabajo, en Sudán unas 9,6 millones de personas viven de una comida al día, lo que supone un aumento del 65% de personas en esa situación con respecto al año pasado.
Entre tanto, en Burkina Faso, uno de cada cinco niños padece desnutrición crónica debido a la subida de los precios de los alimentos y 12 millones de los 20 millones de habitantes del país no tienen suficientes recursos para comer.
Es el caso de la familia de Yakouaran Boue, que solía vender cebollas para comprar semillas y fertilizantes, pero con el cierre de los mercados, la familia no ha podido vender lo suficiente para llevar alimentos a casa. Su bebé ha perdido la mitad de su peso corporal, 2,5 kilos en el último mes. "Me preocupa que este año no tengamos suficiente comida para alimentarla. (…) Me temo que va a morir", asegura Boue.
Según destaca Unicef, las muertes de niños menores de cinco años disminuyeron constantemente desde 1980, hasta llegar a los 5,3 millones en todo el mundo en 2018.
Ahora la organización internacional alerta que si no se toman medidas contundentes, la pandemia podría no solo terminar con la vida de cientos de miles de niños este año, sino revertir esfuerzos de décadas de lucha contra la mortalidad infantil.